By Ricky Lavado
El batería y percusionista portugués Mario Costa lleva más de diez años haciéndose un más que merecido hueco en el universo del jazz europeo contemporáneo a base de inventiva, virtuosismo y un espíritu innovador que le hacen poseedor de una voz propia que bebe de las más heterogéneas corrientes de la música libre jazzística actual. El equilibrio entre esas corrientes heterogéneas en la búsqueda constante de nuevas formas expresivas es sello diferencial de la carrera de Costa; como acompañante de figuras como Hugo Carvalhais, Andy Sheppard, Tim Berne, Emile Parisien o Dominique Pifarél, entre otros; o como nombre imprescindible en la escena del fado actual, junto a Ana Moura, Miguel Araujo o Antonio Zambujo. Cuatro años después de su debut como solista con el brillante Oxy Patina (Clean Feed, 2018), Mario Costa regresa con Chromosome (Clean Feed, 2023); un trabajo refrescante, innovador, exuberante y vanguardista a partes iguales, plagado de momentos de pura brillantez y que plasma el dulce momento creativo de uno de los artistas más interesantes del jazz moderno.
Para dar forma a Chromosome, el portugués lidera un cuarteto compuesto, además del propio Costa, por el trompetista vietnamita/estadounidense Cuong Vu, y los franceses Benoît Delbecq (piano) y Bruno Chevillon (bajo). La interacción volátil y en todo momento sorprendente entre los cuatro, así como el poco afán de protagonismo de Costa (un solista poco común, amigo de dejar espacio a sus compañeros para que desarrollen libremente sus fraseos hasta el punto de casi desaparecer en algunos momentos del disco) da como resultado un viaje de casi una hora de duración por paisajes hechos de música de sonido moderno y brillante; con juegos continuos de tensión e intensidades. Chromosome está plagado de ritmos complejos y elegantes, construcciones rítmicas poco ortodoxas, detalles electrónicos fríos y funcionales, y un derroche de texturas en el que cada músico encuentra sus propios espacios para volar muy, muy alto.